Últimamente Doña Vejez ha determinado perseguirme
como tratando de hacer de mí uno de los suyos, hasta ahora sin éxito, creo yo.
Y aunque apenas tengo 39 años y cuatro meses, me sigue como una sombra de la
que no he podido escapar por estos días, aunque espero hacerlo, avergonzándola
públicamente a través de este artículo.
Todo comenzó la
semana pasada, cuando emocionado frente al televisor observaba un programa del Pato Donald. Mi hijo mayor, de cuatro
años y medio, en actitud de respeto se acercó solicitándome muy comedidamente,
que lo cambiara, porque “eso es muy viejo”…
Terminó viendo una de esas cosas de hoy… Es la primera vez, que el Pato Donald termina rechazado en mi
presencia, y por viejo…
Como si lo anterior
fuera poco, el sábado del fin de semana anterior, me reuní con una buena parte
de la familia para disfrutar del video de “La Pelota de Letras”, un sensacional estudio
socio-cultural mediado por el humor de Andrés
López, que presenta las últimas generaciones de la vida nacional: todo iba
muy bien hasta que comenzó formalmente su exposición, con la Generación
W, integrada por los nacidos desde comienzos del siglo XX
hasta el año de 1968… De pronto, giré mi cabeza, miré a mi abuelita de 96 años,
a mi mamá de 60, a
mi tía de 55 y lo inesperado: ¡soy de su
misma generación! ¡No puede ser! Pero si nací en 1966, sólo dos años antes de
concluir… ¡No es justo! –pensé. Pero mi hija de dos años y medio, como si
pudiera leer la mente, me contestó: ¡De
malas!
Luego, ayer, cuando
creía haber superado el trauma de la
W, llegando a casa
después de trabajar, encontré en el piso un volante de la Cruz
Roja, cuyo título se podía leer, a pesar de mis recientes
problemas de visión: “Campaña Nacional,
No a la Gastritis”.
Lo recogí elogiando el trabajo de esa Institución, pero al tenerlo cerca, pude
leer también: “Además, examen de antígeno
prostático para hombres mayores de 30 años, sin tacto rectal”… Es decir,
para personas nueve años menores que yo, como yo y también mayores, o sea, los
viejos… ¿Acaso esos exámenes no eran para
los abuelitos? Y yo no planeo serlo en, al menos, 14 años, cuando tenga
apenas 53 y pico.
Así que, escúcheme
bien Doña Vejez: quiero aclararle,
para que se separe definitivamente de mí, en primer lugar, que mis neuronas
funcionan mejor ahora que hace 39 años. En segundo lugar, que el Pato Donald sigue estando joven, o
¿acaso lo ha visto de bastón, Parkinson o con demencia senil? La respuesta es
¡NO! En tercer lugar que la
Generación W, se
divide en W1, W2, W3 y WJ: La W1 es la de mi abuelita, la W2 es la de mi mamá, la W3 es la de mi tía y la WJ
(con jota de “joven”) es la mía. Y si
le preguntan quién hizo esa división, diga que fui yo, el inventor sin patente
de la WJ. Y en cuarto lugar, entienda que el examen de
antígeno prostático debe ser preventivo, porque sepa que no sufro ni de dolor
al orinar, ni disminución en el flujo urinario, ni baja presión, ni retención
de orina, ni emanaciones nocturnas, como tampoco tengo el chorro entrecortado,
como usted Doña Vejez, pretende que
suceda. Así que, como dice Andrés López,
pinte un bosque y piérdase en él. Adiós pues.
Álvaro Posse