martes, 23 de noviembre de 2010

Kimbá-jà



REVELACIÓN

Esta es la revelación que hago, después de mi muerte, como Jefe del Kimbá-jà, al elegido de la edad final, descendiente de los arrasadores, pero de corazón noble.

Esta es la revelación, por la palabra, por el verso, por las edades, como una llama que se consume, se paga, se termina, agoniza sin morir.

Esta es la revelación, dada en secreto, en oculto, en milagro, por mí profetizada, antes de sucumbir ante el traidor, el bárbaro, el enemigo, el invasor, el hijo de lo tenebroso, el hijo de la oscuridad.

Esta es la revelación de las cosas que se vieron, se oyeron y llegaron a ser, a existir, antes del nacer, antes del crecer, antes del padecer, antes del morir del Kimbá-jà, llamado Quimbaya en la edad final.

Esta es la revelación de las cosas que se saben mal, que se sabían; que se conocen mal, que se conocían, en sus mentes, nuestras mentes, en sus corazones, en nuestros corazones, por la palabra, por el verso, desde la edad de las edades, en nuestra tierra, en nuestro sitio del Kimbá-jà, llamado Cartago por el traidor, el bárbaro, el enemigo, el invasor, el hijo de lo tenebroso, el hijo de la oscuridad.


LA CREACIÓN DE LA GRAN LUZ

Digo: En nuestro principio todo era una gran oscuridad ante los ojos del grande, del único, del todo, cuyo nombre es Grande, Único, Todo. Un silencio abrumador, un silencio pacífico, un silencio de reflexión, un silencio de pensamiento, un silencio de creación.

Quiso el grande, el único, el todo, hacer de la gran oscuridad una gran luz. Y el silencio abrumador, el silencio pacífico, el silencio de reflexión, el silencio de pensamiento y el silencio de creación, crearon el silencio de decisión.

Y decidió el grande, el único, el todo, que la gran oscuridad fuera su gran luz. El silencio abrumador, el silencio pacífico, el silencio de reflexión, el silencio de pensamiento, el silencio de creación y el silencio de decisión, comenzaron a vibrar la oscuridad, a alterarla, a moverla. Y actuaron y crearon y fueron.

Y dijo el grande, el único, el todo: “Gran oscuridad: sé mi gran luz”. Y el ruido fue abrumador, la paz se ocultó, la reflexión explotó, su pensamiento, su palabra dio a luz su gran luz. Así nació nuestra vida, de la vida, por la vida, para la vida, porque el grande, el único, el todo, así lo pensó, así lo decidió, así lo quiso, así lo dijo.

Y vio el grande, el único, el todo, que su gran luz creada se movía, era buena, se creaba y se creaba y se transformaba; todo conforme a su plan.

LOS SERES DE NUESTRO PRINCIPIO

Pero en ese principio, en nuestro principio, donde ya todo era una gran luz en movimiento, en constante creación, Grande, Único, Todo vio su soledad: sus ojos se la revelaron.

Y el grande, el único, el todo, sin egoísmo se retiró a su interior, en silencio abrumador, en silencio pacífico, en silencio reflexivo, en silencio de pensamiento, en silencio de creación, en silencio de decisión.

Y decidió el grande, el único, el todo, que de la soledad de su interior germinara, brotara su compañía. Y sembró en su alma las semillas de su esencia, de su existencia.

Y dijo el grande, el único, el todo: “Gran soledad: germina las semillas de mi esencia, de mi existencia.” Y de la soledad de su interior, de su silencio abrumador, de su silencio pacífico, de su silencio reflexivo, de su silencio de pensamiento, de su silencio de creación y de su silencio de decisión, nacieron sus compañeros, sus creados, sus semejantes, sus enviados dotados de visión, dotados de inteligencias, dotados de voluntad, con alma de consejo.

Y así fueron llamados: Alma abrumadora, consejero de conflictos y tristezas; Alma pacífica, consejero de paz y tranquilidad; Alma reflexiva, consejero de meditación y reflexión; Alma de pensamiento, consejero de imaginación y pensamiento; Alma de creación, consejero de la creación; y Alma de decisión, consejero de ejecución y decisión.

LOS PRIMEROS GRANDES VALORES

Y ellos, junto al grande, al único, al todo, sumaron siete los seres de nuestro principio, de nuestra creación: seis los creados y uno, Grande, Único, Todo. Y estando todos juntos, reunidos por primera vez, dijo el grande, el único, el todo: “Hijos míos: Bienvenidos”. Y ellos respondieron: “Gracias”. Fue esta la primera respuesta, la primera oración, la primera señal de gratitud, y el agradecimiento, el primer gran valor.

Y fueron honrados por el grande, el único y el todo, como sus libertadores, al haber derrotado, vencido, desaparecido su soledad, su cautiverio y su prisión, derrotando, venciendo y desapareciendo sus cautiverios y prisiones. Entonces permitió el grande, el único, el todo, que sus compañeros creados, que eran buenos, que podían ver, que eran inteligentes de acuerdo a sus inteligencias, que tenían voluntad y gratitud, que pudieran salir de su morada y regresar a ella de acuerdo a sus deseos, a sus voluntades, a su llamado.

Y fue así como sus compañeros, sus creados, sus seis primeros semejantes, sus enviados, dotados de visión, dotados de inteligencia y voluntad, pudieron conocer, maravillarse, admirar la gran luz, y moverse, explorar y acompañar la constante creación. Y dieron gracias por segunda vez al grande, al único, al todo. Y les fueron otorgadas regiones dentro de la gran luz para administrarlas, conforme a su voluntad, al deseo del grande, del único, del todo, cuyo nombre es Grande, Único, Todo. Y ellos, los enviados, le dieron gracias por tercera vez.

Y los enviados veían, contemplaban, gozaban la creación, la constante creación, el nacimiento de los lugares, de los espacios y de los reflectores de la gran luz, en las regiones de la gran luz.

Y los enviados veían, contemplaban, gozaban la creación, la constante creación. Y hubo emoción, admiración, entusiasmo y palabra de alabanza. Y los enviados dijeron al grande, al único, al todo: “Alabanza a Grande, Alabanza a Único, Alabanza a Todo, el grande, el único, el todo.” Y fue esta oración la primera alabanza, el segundo gran valor.

Y los enviados alababan y agradecían, alababan y agradecían, y alababan y agradecían al grande, al único, al todo, siempre tres veces, conforme a cada uno de los atributos de Grande, Único, Todo. Y le dijeron: “Que esta hermosura, que esta creación constante, majestuosa y conmovedora, perdure”. Y fue esta oración, la primera petición, el tercer gran valor.

Y la gran luz aumentaba en hermosura época a época, y de felicidad enloquecieron los enviados, abandonaron sus regiones, festejaron, celebraron. El equilibrio tambaleó, y fueron exhortados por el grande, el único, el todo a manetener la cordura. Y ellos accedieron, obedecieron y oraron: “Perdónanos”. Y esta oración fue la primera señal de arrepentimiento, de perdón. Y fue este el cuarto gran valor.

Pero dos de ellos, de los enviados, observaron y miraron sus actos, sus locuras, sus festejos, sus celebraciones. Y vieron, miraron y aprendieron su poder por el desequilibrio de la gran luz, por sus acciones, por sus actos. Pero solo observaron y miraron.

EL ANUNCIO DEL HOMBRE

Y dijo el grande, el único, el todo: “Cada gran valor que se ha formado será una de las cuatro esquinas de la firmeza de una tierra por venir. Del mundo donde haré a su hermano menor, al hombre creado.” Y los enviados respondieron: “Será como el grande, el único, el todo, ha querido.”

Y dijo el grande, el único, el todo: “Y ustedes, mis enviados, mis primeros semejantes, conocerán desde hoy mi parentesco con ustedes”. Y los enviados, los primeros semejantes respondieron: “Será como el grande, el único, el todo, ha querido.” Y les fue permitida la revelación, a sus mentes, a sus pensamientos, por juego, por acertijo, por adivinación y profecía tomar el tercero por el primero, el segundo por el segundo, el cuarto por el tercero y el primero por el cuarto del sonido de la palabra, de la inicial, para descubrir el parentesco de su creador con ellos, el deber de su creador, el orgullo de su creador.

Y terminó la revelación, por sus mentes, por sus pensamientos, por el juego, por el acertijo, por la adivinación, por la profecía, y a partir de ese momento, los enviados llamaron al grande, al único, al todo, cuyo nombre es Grande, Único, Todo, de acuerdo al su parentesco, su deber y su orgullo: “Padre.” Y se convirtieron en seres de luz, blanca, resplandeciente.

Pero dos de ellos, de los enviados, observaron y miraron sus actos, sus mentes, sus pensamientos, sus juegos, sus acertijos, sus adivinaciones, sus profecías. Y vieron, miraron y aprendieron su poder al convertirse en seres de luz, blanca y resplandeciente, por sus actos. Pero solo observaron y miraron.

INICIO DE REBELIÓN

Y sucedió que Alma de Creación, sintiéndose inferior a su padre pero creyéndose como su padre, comenzó a ambicionar ser como él, grande, único, todo. Y conforme ambicionaba serlo, su luz dejaba de ser blanca y resplandeciente.

Y el grande, el único, el todo, había asignado a Alma de Creación la región de la gran luz que correspondía a nuestra tierra, para administrarla, para cuidarla, para acompañarla. Pero él comenzó, con su ambición a ponerla en peligro.

Y la luz de las vestiduras de Alma de creación se opacaba y se opacaba y se opacaba, cada vez más y más, y más, hasta que su apariencia cambió y llenó de admiración a Alma abrumadora. Y juntos un día, dejaron de agradecer, alabar, pedir y arrepentirse ante el grande, el único, el todo: su padre.

Y la voluntad de Alma de creación llegó al deseo de querer ser grande como Grande, Único, Todo; único como Grande, Único, Todo; y todo como Grande, Único, Todo, y regir en soberanía y bajo su juicio, su región asignada, nuestra tierra.

Y la voluntad de Alma abrumadora era seguir a Alma de creación, y abandonar y olvidar a su padre: el grande, el único, el todo.

Y la voluntad de Grande, Único, Todo era la de amarlos e invitarlos a ser de nuevo seres de luz, blanca y resplandeciente. Pero Alma de creación y Alma abrumadora, su sirviente, lo rechazaba una y otra vez.

ALMA ABRUMADORA DESTRUYE SU REGIÓN

Y fue así como Alma abrumadora, para ponerse al servicio de Alma de creación, abandonó para siempre su región asignada en la gran luz. Y al hacerlo, su región colapsó, explotó, desapareció, se hizo pedazos, se convirtió en los dardos del cielo que como cerbatanas atraviesan todas las demás regiones de la gran luz, causan males, causan destrucción, causan muertes, por la esclavitud voluntaria de Alma abrumadora como sirviente de Alma de creación.

Y al ver todo esto, Alma de creación se animó aún más, y más y más, para seguir con sus propósitos. Y enloqueció, y creyó ser el grande, el único, el todo, por el respaldo de su sirviente Alma abrumadora.

LOS SEGUNDOS SEMEJANTES

Había sucedido un poco de tiempo antes de la manifiesta rebelión de estos enviados, Alma de creación y Alma abrumadora, que su padre, el grande, el único, el todo, había recordado su soledad, y se compadeció de la soledad de sus primeros semejantes, por lo que creó los segundos semejantes, multitud de ellos, millones y millones de ellos, dotados con las inteligencias de los primeros semejantes, obedientes a los primeros semejantes y asignados a los primeros semejantes, en igual número.

Y los segundos semejantes no hacían nada por su propia voluntad, sin que fuera primero la voluntad de los primeros semejantes. Y así Alma abrumadora, consejero de conflictos y tristezas; Alma pacífica, consejero de paz y tranquilidad; Alma reflexiva, consejero de meditación y reflexión; Alma de pensamiento, consejero de imaginación y pensamiento; Alma de creación, consejero de la creación; y Alma de decisión, consejero de ejecución y decisión, tuvieron compañía.

Pero mientras cuatro de los primeros semejantes se hacían jefes de las regiones asignadas, Alma de creación y Alma abrumadora creían ser tan grandes como Grande, Único, Todo.

LA DESTRUCCIÓN DE NUESTRA TIERRA

Y así, Alma de creación y Alma abrumadora, junto a sus segundos semejantes, rechazaron el amor de su padre y declararon su separación total y definitiva, enviando a nuestra tierra los dardos, que como lanzados por cerbatanas, corrían locamente a través de la gran luz, y que venían de la región abandonada por Alma abrumadora.

Y como rocas de fuego caían y caían sobre nuestra tierra, sobre nuestra buena tierra. Y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían y caían…

Y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban, y quemaban y destruían y mataban…

Y caían y quemaban y destruían y mataban, y cayendo a nuestra tierra, quemaban nuestra tierra, destruían nuestra tierra, mataban nuestra tierra, mataban los seres creados en nuestra tierra.  Y caían y quemaban y destruían y mataban, y cayendo a nuestra tierra, quemaban nuestra tierra, destruían nuestra tierra, mataban nuestra tierra, mataban los seres creados en nuestra tierra. 

La tierra gemía, se quemaba, agonizaba. Los seres creados en nuestra tierra huían en vano, se quemaban, agonizaban, morían. El agua embravecida era impotente mientras sus habitantes chocaban ante el cataclismo, y la tierra gemía, se quemaba, agonizaba. 

Y mientras nuestra tierra gemía, se quemaba, agonizaba y mientras los seres creados en nuestra tierra huían en vano, se quemaban, agonizaban, morían y mientras el agua embravecida era impotente, y sus habitantes chocaban ante el cataclismo, y la tierra gemía, se quemaba, agonizaba, Alma de creación que ya había dejado de agradecer, alabar, pedir y arrepentirse, junto a Alma abrumadora y sus segundos semejantes, declararon la guerra en la gran luz. De esta forma surgió la guerra entre el bien y el mal.

Y Grande, Único, Todo, se declaró como el bien. Y Alma de creación se declaró como el mal. Y el bien se consideró desde entonces como el mal destruido. Y el mal se consideró desde entonces como el bien que desaparece. Sin embargo, el mal desconocía su existencia sin en bien, y el bien conoció su nombre por el mal. Y las virtudes nacieron de la muerte de los vicios y los vicios nacieron de la muerte de las virtudes. Y hubo mucho bien y hubo mucho mal. Y el bien crecía y decrecía, cuando el mal decrecía y crecía. Y el mal se volvía relativamente el bien y el bien se volvía relativamente el mal. Desde entonces el bien y el mal viven en la armonía y en el colapso de la gran luz y de sus regiones creadas.

Y mientras se declaraba la guerra, nuestra tierra estaba destruida, sola y vacía.

Y nuestra tierra, que había sigo elegida por el grande, el único, el todo, para crear al hombre, se había desarrollado con grandes ríos, grandes lagos, grandes mares, grandes extensiones de tierra buena, de árboles de vegetales, de animales de todos los tamaños hasta gigantescos, de aves majestuosas y de mucha, mucha, mucha vida.

Y nuestra tierra parecía muerta. ¿Dónde iba a vivir el hombre prometido? ¿Cómo podía crearse con la palabra, para vivir en aquel territorio?

Y al instante siguiente a la declaración de la guerra, por parte de Alma de creación, las dos terceras partes restantes de los primeros y de los segundos semejantes rodearon en amor al grande, al único, al todo, para manifestarle su determinación de no revelarse.

Y dijo su padre: “Fue, es y será mi pacto hasta la época de las épocas, hasta el tiempo de los tiempos, hasta la edad de las edades, que no destruiré hasta entonces la autoridad que a los primeros semejantes les ha sido dada, como administradores de las regiones asignadas, porque yo no cambio, porque yo soy el que era, yo soy el que soy, yo soy el que seré.”

Y envió el grande, el único, el todo, a los rebeldes, un mensaje de perdón que fue rechazado por Alma de creación y sus siervos. Y envió el grande, el único, el todo, a los rebeldes, un segundo mensaje de perdón que fue rechazado otra vez por Alma de creación y sus siervos. Y envió el grande, el único, el todo, a los rebeldes, un último mensaje de perdón que fue rechazado finalmente por Alma de creación y sus siervos.

Y como consecuencia, fueron arrojados a nuestra tierra, cayendo como rayos, despojados para siempre de su luminosidad y belleza, perdiendo su semejanza con el grande, con el único, con el todo, para tomar apariencias de almas monstruosas, asustadoras, viles, despreciables, aborrecedoras del bien, desechadoras del amor.

LA RESTAURACIÓN DE NUESTRA TIERRA

Y nuestra tierra, hecha un desorden, hecha un caos y hecha vacía, parecía el mundo de las tinieblas.

Pero el grande, el único, el todo, demostrando su poder, por encima de las almas asustadoras, quiso establecer el equilibrio, un nuevo equilibrio, un mejor equilibrio.

Y dijo Grande, Único, Todo, a las tinieblas: “Desaparezcan ante la luz.” Desde entonces la luz prevalece sobre las tinieblas, y el día y la noche, cada día, aparecen y desaparecen en memoria, en recuerdo de esa obra del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y dijo Grande, Único, Todo, al agua: “Sea nuevamente el agua, inteligente fuente de vida.” Entonces se dividieron unas de las otras, sobre el firmamento y bajo el firmamento. Desde entonces, al mirar el cielo, al mirar las nubes, al mirar los nuevos ríos, lagos y mares, se recuerda esa obra, del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y dijo Grande, Único, Todo: “Surja de nuevo la tierra en medio de las aguas, porque allí vivirá el hombre”. Entonces surgieron las tierras, nuestras tierras, las tierras de los desconocidos, de los cercanos, de los lejanos y de los destruidores. Desde entonces, cuando se miran las tierras, se recuerda esa obra, del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y dijo Grande, Único, Todo: “Que nazcan de nuevo las plantas, los árboles, para que puedan alimentarse y curarse los hombres”. Entonces surgieron nuevas plantas, nuevos árboles. Por eso el hombre agradece a su creador, porque son su regalo, su alimento, y desde entonces se recuerda esa obra, del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y dijo Grande, Único, Todo: “Sea la gran lumbrera la fuente inagotable de vida y el recuerdo de mi poder; sea la pequeña lumbrera la fuente del sentimiento y de la inspiración.” Desde entonces, al mirar el sol, al mirar la luna se recuerda esa obra, del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y dijo Grande, Único, Todo: “Haya vida en las aguas. Que estas produzcan seres que se muevan en ellas, junto a los que han sobrevivido. Haya también, otra vez, aves que vuelen sobre la tierra. Haya también animales que se muevan en la tierra y dentro de la tierra. Todos, en el agua, en el aire, en la tierra, vivan, multiplíquense.” Desde entonces, al contemplar todos los animales de las aguas y del aire, se recuerda esa obra, del grande, del único, del todo.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

LA CREACIÓN DEL HOMBRE

Y dijo Grande, Único, Todo: “La tierra está lista para recibir al hombre, al consentido, al grande de la tierra, al único de la tierra, al todo de la tierra, mi tercer semejante”.

Y mientras esto decía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre. Para detener la creación de quien sería por encima de ellos, el tercer semejante.

Y Grande, Único, Todo, se posó sobre la más grande extensión de agua atrapada en la mitad de la tierra enorme y vio, contempló, admiró su reflejo, para hacer al hombre más semejante que el tercer semejante. Entonces eligió el lugar de la creación y lo llamó Heddenj, que significa las nuevas aguas, porque de allí se alimentaban cuatro ríos: el Pysònj, el Jijòn, el Jidequèj y el Jeùfrautej.

Y Grande, Único, Todo, tomó del polvo de la tierra elegida y moldeó su figura y la puso en tierra, miró el sol, se inspiró y sopló viento sobre ella y dijo: “Vive el hombre”. Y el hombre vivió. Y hubo felicidad en toda la gran luz. Las dos terceras partes de los primeros semejantes y de los segundos semejantes se llenaron de alegría al ver el nacimiento de su hermano menor: el tercer semejante. Y el grande, el único, el todo lo tomó entre sus brazos y le dio por nombre: Adamaj, que significa el tercer semejante, es decir, el hombre creado.

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre.

Y Adamaj tomó del polvo de la tierra elegida y moldeó su figura y la puso en tierra y sopló viento sobre ella y dijo: “Vive la mujer”. Pero la mujer no vivió. Esta fue la primera manifestación, inocente manifestación, de la rebeldía de los hombres. Pero el grande, el único, el todo, recordando la soledad que él mismo había sufrido, miró la luna, se inspiró y sopló viento sobre ella y dijo: “Vive la mujer”. Y la mujer vivió.  

Y mientras esto hacía el bien, las almas asustadoras aunque nada podían hacer para detener el poder del que había sido su padre, observaron el comportamiento del hombre y comenzaron a reír.

Y la mujer vivió. Y formó pareja con el hombre. Y hubo felicidad en toda la gran luz. Las dos terceras partes de los primeros semejantes y de los segundos semejantes se llenaron de alegría al ver el nacimiento de la mujer de su hermano menor: otra de los terceros semejantes. Y el grande, el único, el todo la tomó entre sus brazos y le dio por nombre: Ewaj, que significa la mujer del tercer semejante, es decir, la mujer creada.


Álvaro Posse