sábado, 29 de octubre de 2022

María Josefa Melania Calíope Griselda Fernández de Soto y del Castillo


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La única noche buena

El monstruo, al que no seguiremos identificando así, por corresponder a un sobrenombre impuesto por el hermano de la Señora Sancena, y pese a que a ella parece no importarle y cuyo verdadero nombre es María Josefa Melania Calíope Griselda Fernández de Soto y del Castillo, conocida por sus amigas y compañeras del Colegio María Auxiliadora como “Gris” (en alusión a Griselda, su nombre más llamativo), era en 1980 una hermosa mujer que mostraba apenas una leve tendencia a engordar y cuyo único pecado fue el enamorarse del que denominan, la “persona equivocada” y que a la postre sería señalado como el gran culpable de su obesidad mórbida.

Gris lo vio por primera vez en una de las antiguas festividades del municipio. Le gustó su seriedad, su delgadez, su conversación de abogado interesante y sus ideas liberales que contradecían las conservadoras lecciones familiares que trataban de convencerla de llegar virgen al matrimonio. Gris insistía e insistía y bautizó como “novio” a quien nunca consideró serlo, pero que gozaba con el espíritu arrollador de su amiga.

Fue así, como una noche de copas, una noche loca, saliendo de un baile en la Discoteca La Ceiba, ella se propuso contravenir las recomendaciones conservadoras de su familia y él, otras diferentes, de sus iguales autoexcluídos del closet. Así, puestos de acuerdo en esta causa común, pasaron la noche juntos, cosa que sólo el Aguardiente podía permitir.

Al despertar, los demonios de la mente de ambos, impulsaron el siguiente diálogo a viva voz:
- Amor, me levanté con pereza.
- Hum… de malas.
- Estoy como inflada.
- ¿Dónde?
- En el estómago.
- ¿Qué comió anoche que no la vi?
- Nada.
- ¿Entonces?
- No, inflada, pero de lo gorda.
- ¡Ah!
- Tengo que adelgazar.

- ¡Échele cuchilla!
- ¡Eso vale mucha plata!
- ¡Usted tiene plata!

- Además, la operación duele mucho.
- ¿Sí, cómo sabe?
- ¿Y es que acaso no hay gente que ya se ha hecho eso?
- ¿Sí, quién?
- Muchas… pero la barriga les queda templada como un tambor.
- ¡Entonces quédese así!
- ¡Pero es que estoy gorda!
- ¡¿Y qué?!
- ¡Pues que me siento inflada!
- ¡Desínflese!
- ¡Pero eso duele!

- Si no quiere operarse, ni gastar plata, entonces cierre la jeta.
- Pero cerrar la boca da mucha hambre.
- ¡Entonces quédese así!
- Pero, ¿no ve que estoy gorda?
- ¡Vaya entonces donde la nutricionista!

- Esa vieja está más gorda que yo.
- A mí no me parece.
- ¿Ah no? ¿O es que le gusta mucho la gorda esa?
- Usted de mí no debería sentir celos. ¡Paranoica!
- ¡Paranoica no!... Un poquito gorda, tal vez.

- ¡Acomplejada!
- ¿Acomplejada? ¡Esa vieja es una marrana!
- ¡¿Y quién está hablando ya de la nutricionista?!
- ¡Yo!
- ¡Entonces no vaya tampoco!
- ¡¿Y quién dijo que yo quería ir?!
- ¡Usted!
- ¿Yo? ¡Usted está loco!
- ¡La loca es usted!
- ¡Respéteme, yo soy su novia!
- ¿Cuál novia? ¡Acomplejada!

- ¡Acomplejada su madre!
- ¡Con mi mamá no se meta!
- ¡Pues sí me meto, porque ella es una metida!
- ¡Déjela tranquila!
- ¡Ella también está gorda! ¡Gorda, gorda, gorda!
- Pues de pronto… ¡Pero a ella no le importa! ¡Acomplejada!
- ¡Pero a mí sí me importa!
- ¡¿Qué?!
- ¡La gordura!
- ¡¿De mi mamá?!
- ¡No, la mía!, ¿si ve que con usted no se puede hablar?

- ¡Acomplejada!
- ¡Acomplejada no! Realista…
- ¡Opérese!
- ¡Eso duele!

- ¿Y acaso la van a operar sin anestesia?
- ¿Usted qué va a saber?
- Los médicos no son carniceros.
- Ambos tienen bata blanca… ¡pendejo!
- ¡Pendeja usted!
- ¡¿Pendeja porque quiero adelgazar?!
- ¡No, por pendeja!

- Eso le pasa a una por preocuparse por su figura…
- A estas horas y preocupándose conmigo...
- Pues para que vea mijito que a mí me mira todo el mundo.
- ¿Sí?, cómo no.
- ¡Pues desde sus médicos hasta sus carniceros me miran!
- ¿Carniceros? ¡Cochina!
- ¡Respéteme!
- ¡Gordiflona!

- Gordiflona no, acomplejada sí.
- ¿Si ve que es una acomplejada?
- Pues con complejo y todo me miran.
- Si gorda y acomplejada la miran, ¿para qué quiere adelgazar?
- ¡Porque usted me presiona para que adelgace porque usted está flaco!
- ¿Yo la presiono? ¡Usted está reloca!
- ¿Reloca? ¡De pronto gorda, pero loca nooo!

- ¿Y es que estás muy gorda?
- Sí, mire…
- A mí no me parece.
- ¿No?
- No. No me parece, no me importa. Lo único que quiero decirle es que soy gay y te dejo. Chao

Dicen, empezando por sus amigos que, ese fue el momento de quiebre, de desilusión, del que nunca se pudo recuperar y que suplió toda la vida con un desorden alimenticio descomunal.
Celebrando la vida

40 años después y tras salir negativos por coronavirus, los tres grandes amigos de toda la vida, decidieron celebrar la vida y la salud.

El médico, identificado por conocer todos los sitios elegantes de los alrededores y frustrado por la tacañería de su esposo, el que, según sus palabras, cuida moneda a moneda a pesar de ser el dueño de un apartamento en París y ávido de celebrar el no haberse contagiado de Covid, decide invitar a sus amigos del alma: Gris y Rodolfo, a las "lomitas marineras", un costosísimo restaurante donde el moustruo -del que dijimos no volver a decirle así- desató toda su voracidad
Era la tercera vez que Gris salía a la calle desde el confinamiento. Pidió seis entradas diferentes, sandría, vino, champaña, platos fuertes de repetición y hasta la colección entera de los postres. El médico, preocupado por la cuenta, expresó: "Gris: no comas de esa manera. El covid anda suelto y si no te alimentas bien, puede hacerte daño". -Si es por plata, fresco: ¡Yo pago todo!, dijo Gris, mostrando un fajo de arrigados billetes de $ 100.000 pesos, depositados dentro de un monedero que sacó de en medio de sus protuberantes mamas.

- ¡A comer y a beber! dijo Rodolfo, aclarando que lo tercero, follar, era un asunto que Gris sólo había experimentado una sola noche con aquel interesante abogado. Y así fue: comieron y bebieron. Gris pagó y prometió repetir la faena, añadiendo que comería por placer, bebería por diversión y que jamás se vacunaría contra el Covid, según ella: "porque Bill Gates quería ponerle un chip para vigilarla".

Dos días después comenzó Gris a tener síntomas de Covid19

Epílogo de su vida. Parafraseando a Rafael Pombo

“Según díceres públicos, doña Gris hallábase hidrópica o pudiera ser víctima de apoplético golpe fatal. Su exorbitante estómago era el más alarmante espectáculo; fenómeno volcánico su incesante jadear y bufar. Sus fámulos y adláteres la apodaban Pantófaga omnívora, gastrónoma vorágine que tragaba más bien que comer. Y a veces suplicábanle, ya previendo inminente catástrofe: «señora doña Gris; veáse el buche; modérese usted». Ella daba por réplica: «¿a qué vienen sermones y escándalos? ¡Mi comida es el mínimum requisito en perfecta salud! Siéntome salubérrima y no quiero volverme un espárrago, un cínife ridículo”.

Pero Gris enfermó y el médico suyo advirtió:

“Está usted en las últimas; ya lamento su trágico término. Gris, amada Gris! ¡Oh! dolor; ¡Oh! espectáculo cruel!» (…): a los cinco minutos murió, hinchada, boca abajo, conectada al oxígeno, en la UCI!
Fueron sus honras fúnebres solemnísimas, (...) y hoy, con dolor de estómago, léen el Médico y Rodolfo aún en su lápida el rótulo; Yace aquí doña Gris; véase en este espejito el glotón.”(1)

Álvaro Posse

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(1) Relato tomado de Doña Pánfaga, de Rafael Pombo. Se substituye Pánfaga por Gris.