domingo, 13 de noviembre de 2005

Huyendo de Doña Vejez

 


Últimamente Doña Vejez ha determinado perseguirme como tratando de hacer de mí uno de los suyos, hasta ahora sin éxito, creo yo. Y aunque apenas tengo 39 años y cuatro meses, me sigue como una sombra de la que no he podido escapar por estos días, aunque espero hacerlo, avergonzándola públicamente a través de este artículo.

Todo comenzó la semana pasada, cuando emocionado frente al televisor observaba un programa del Pato Donald. Mi hijo mayor, de cuatro años y medio, en actitud de respeto se acercó solicitándome muy comedidamente, que lo cambiara, porque “eso es muy viejo”… Terminó viendo una de esas cosas de hoy… Es la primera vez, que el Pato Donald termina rechazado en mi presencia, y por viejo…

Como si lo anterior fuera poco, el sábado del fin de semana anterior, me reuní con una buena parte de la familia para disfrutar del video de “La Pelota de Letras”, un sensacional estudio socio-cultural mediado por el humor de Andrés López, que presenta las últimas generaciones de la vida nacional: todo iba muy bien hasta que comenzó formalmente su exposición, con la Generación W, integrada por los nacidos desde comienzos del siglo XX hasta el año de 1968… De pronto, giré mi cabeza, miré a mi abuelita de 96 años, a mi mamá de 60, a mi tía de 55 y lo inesperado: ¡soy de su misma generación! ¡No puede ser! Pero si nací en 1966, sólo dos años antes de concluir… ¡No es justo! –pensé. Pero mi hija de dos años y medio, como si pudiera leer la mente, me contestó: ¡De malas!

Luego, ayer, cuando creía haber superado el trauma de la W, llegando a casa después de trabajar, encontré en el piso un volante de la Cruz Roja, cuyo título se podía leer, a pesar de mis recientes problemas de visión: “Campaña Nacional, No a la Gastritis. Lo recogí elogiando el trabajo de esa Institución, pero al tenerlo cerca, pude leer también: “Además, examen de antígeno prostático para hombres mayores de 30 años, sin tacto rectal”… Es decir, para personas nueve años menores que yo, como yo y también mayores, o sea, los viejos… ¿Acaso esos exámenes no eran para los abuelitos? Y yo no planeo serlo en, al menos, 14 años, cuando tenga apenas 53 y pico.

Así que, escúcheme bien Doña Vejez: quiero aclararle, para que se separe definitivamente de mí, en primer lugar, que mis neuronas funcionan mejor ahora que hace 39 años. En segundo lugar, que el Pato Donald sigue estando joven, o ¿acaso lo ha visto de bastón, Parkinson o con demencia senil? La respuesta es ¡NO! En tercer lugar que la Generación W, se divide en W1, W2, W3 y WJ: La W1 es la de mi abuelita, la W2 es la de mi mamá, la W3 es la de mi tía y la WJ (con jota de “joven”) es la mía. Y si le preguntan quién hizo esa división, diga que fui yo, el inventor sin patente de la WJ. Y en cuarto lugar, entienda que el examen de antígeno prostático debe ser preventivo, porque sepa que no sufro ni de dolor al orinar, ni disminución en el flujo urinario, ni baja presión, ni retención de orina, ni emanaciones nocturnas, como tampoco tengo el chorro entrecortado, como usted Doña Vejez, pretende que suceda. Así que, como dice Andrés López, pinte un bosque y piérdase en él. Adiós pues.


Álvaro Posse