viernes, 31 de octubre de 2003

El sapo desobediente


Imagen de Ralph en Pixabay 

El sapo bajo el agua; el sapo en el agua; el sapo fuera del agua.

Fuera del agua el sapo, junto al árbol de la orilla, una provocativa prohibida mosca encontró; sacó su enorme lengua y la devoró.

Por prohibida la mosca, diarrea provocó y el sapo en su angustia al agua acudió: el sapo fuera del agua; el sapo en el agua; el sapo bajo el agua.


Álvaro Posse

La cochinada cochinada por el cochino cochino


Imagen de Yair Ventura Filho en Pixabay

Un cochino cochinero cochinaba en su cochina y por cochino el cochinero cochina aguamasa deglutió.

Junto al árbol el cochino cochinadas arrojó y el pantalón que llevaba cochino le quedó. Pero el agua del río el cochino pantalón del cochino, cochino no dejó.

Gracias cochina cochinada del cochino que el árbol abonó. Abonado el árbol el río conservó. Conservado el río el agua abundó. Abundando el agua el ahorro se logró.


Álvaro Posse

domingo, 12 de octubre de 2003

El mito de la Luna y el Sol

 

Imagen de Mona El Falaky en Pixabay 

Cantaban los Quimbayas -en la jurisdicción del Cartago de Robledo, antes que llegara este y cortara en picaditos como a 70 caciques- una hermosa poesía, que gracias a la Tradición Oral, pasaba sin enmiendas, de generación en generación.

La luna estaba llena

Con un guayuco blanco de novia

Y era del sol la novia

En plena luna llena

 

Vengan a la fiesta de la luna

Dijeron a las estrellas

Por un próximo niño de cuna

Chismosearon ellas

 

El Sol está radiante

¡Se va a casar!

Y es emocionante

¡Lo van a cazar!

 

Se van a casar el sol y la luna

Ya se alistan los invitados

Que tildan de tarados

Al sol y la luna

 

Beban mucha chicha

Para la pareja emborrachar

Antes que se vayan a casar

Beban mucha chicha

 

Yagé necesitan

Los muy enamorados

Yagé necesitan

Después de amarrados

 

Luna embustera

Pendejo el sol

A pleno sol

Luna embustera

 

De noche sale la luna

De día sale el sol

Por embustera la luna

Por pendejo el sol 

Un día, sentado completamente solo, a orillas del Río La Vieja, un extraño aire comenzó a soplar… Era helado, gélido, extremadamente frío. Pero en medio del extraño clima, escuché esa poesía. Una visión, como de un aborigen, de los últimos que existieron, ya cristianizado, me recitó de memoria lo anteriormente escrito. Por fortuna tenía a mi lado una grabadora de periodista y pude copiar hasta la última letra de los versos que aquí reproduzco. ¿No me creen? ¿Y por qué a Francisco Ximénez sí le creyeron lo del Popol Vuh en Centroamérica? ¡Clasistas! O ¿sólo los mayas tienen derecho de resucitar sus relatos? ¡Que vivan los Quimbayas!

Pues bien, inspirado en esto que fue cierto (ya me creen, ¿verdad?) y obedeciendo una labor que me fue encomendada, de combinar los versos con la narrativa, honro esa visión, de la siguiente manera:

EL MITO DE LA LUNA Y EL SOL 

La luna estaba llena

Con un guayuco blanco de novia

Y era del sol la novia

En plena luna llena 

En una época en la cual la Luna estaba llena, y no precisamente por haber comido mucho (me refiero a alimentos) se tuvo que vestir de blanco para disfrazarse como una novia. Se puso el guayuco más sexy que tenía, ya que por aquel entonces era una Luna desvergonzada. Como siempre sucede (en todos los relatos parecidos a este) se iba a casar con el señor Sol. Aclaro que, a diferencia de otros relatos, este matrimonio sonaba bastante sospechoso. 

Vengan a la fiesta de la luna

Dijeron a las estrellas

Por un próximo niño de cuna

Chismosearon ellas 

Las estrellas, cuñadas de la Luna, invitaron a muchos a esa boda. ¿Por qué invitaban sus cuñadas y no sus familiares? De seguro que algo sospechoso ocurría. ¡Y por supuesto! Lo que todos creíamos: ¡La Luna sinvergüenza estaba embarazada! Se aproximaba un Lunito a este maltrecho sistema solar. Claro: no se sabe qué es peor, si una Luna sinvergüenza o una parrandada de cuñadas chismosas que se creían muy estrellitas. Con el tamaño del Universo ¿no harán lo mismo ellas? Y es que juzgar es muy fácil cuando se coge el pellejo ajeno. 

El Sol está radiante

¡Se va a casar!

Y es emocionante

¡Lo van a cazar! 

El Sol estaba radiante. Ese día echaba fuego que daba miedo. Pero tenía, seguramente, la cara de toda víctima a punto de ser inmolada, sin darse cuenta: Cara de tonto grande y amarillento radiante gigantonto, porque lo que el pobrecito no sabía era que, en vez de estarse casando, lo estaban cazando, con el viejo truco del bebé a bordo. 

A pesar de esto y con sinceridad el sol estaba feliz porque se iba a casar. La Luna también, pero había una gran diferencia: el Sol se casaba por amor y por obligación (¡Las normas celestiales son muy claras!) pero la Luna por interés: Siempre había querido cazar al Sol… ¡Y lo logró!

La noticia no tardó mucho en darle la vuelta a la Vía Láctea. La Vaca de los cielos (la que le da a la Vía el nombre de Láctea) en su papel de periodista de por allá, manifestaba:

Se van a casar el sol y la luna

Ya se alistan los invitados

Que tildan de tarados

Al sol y la luna

No faltaba en el segundo cielo el chismorreo de los invitados, como ocurre siempre antes, durante, después y mucho después de cada matrimonio: en este caso uno solo era el adjetivo que los astros invitados le daban a la desdichada pareja: ¡Tarados! Bueno… en muchas otras ceremonias nupciales se dice lo mismo, esto no es nada nuevo, ¿verdad?

Beban mucha chicha

Para la pareja emborrachar

Antes que se vayan a casar

Beban mucha chicha 

Como ciertamente era un matrimonio por conveniencia para la Luna, todos los astros recomendaron Beber Chicha –por aquel entonces el único licor que pagaba impuestos en el cielo y en la tierra, autorizado socialmente a pesar de ser una sustancia psicoactiva- Lo mejor era emborrachar a la pareja, aunque esta, ya estaba borracha de lo pendeja, por casarse de esa manera.

Yagé necesitan

Los muy enamorados

Yagé necesitan

Después de amarrados 

No faltaron los astros degenerados, que por debajo de cuerda, como hoy, ofrecen droga como disculpa y como supuesta solución. ¡El mal camino siempre ha estado presente! Dicen que por eso pasan cometas de vez en cuando: que son astros que van como locos por el espacio sideral, porque en vez de chicha se traban con Yagé, y de vez en cuando les da la loquera y se quieren estrellar contra los planetas. 

¡La Luna está en embarazo y no puede beber y mucho menos trabarse! ¡Irresponsables! –gritó Saturno, que vivía jugando hula hula a todas horas. 

A pesar de los discursos moralistas, no faltó astro que en medio de su borrachera de Chicha, revuelta con la traba del Yagé, se parara en medio de la ceremonia a insultar a los casandos.

Luna embustera

Pendejo el sol

A pleno sol

Luna embustera

A pesar de lo bochornoso del asunto, el Sol, en memoria de este insuceso, pudo, siglos después, preguntarse el por qué y descubrir la verdad del engaño del corazón de la Luna. 

Y así, ante el recuerdo de lo inocultable y como siempre sucede cuando las bodas se manejan con Yupy incluido, y al cabo de un sideral tiempo, se separaron.

De noche sale la luna

De día sale el sol

Por embustera la luna

Por pendejo el sol

Y se dice entonces, que esta es la razón por la cual ya no salen juntos: el Sol sale de día y la Luna sale de noche.

Incluso podríamos conjeturar mucho más: ¿acaso sale de noche la Luna, por aquello de que Vaca Ladrona no olvida el portillo? Lástima que haya aparecido Robledo, ¡porque el chisme estaba bueno!


Álvaro Posse

sábado, 11 de octubre de 2003

La cama

 


Querido Lector: esta es una grabación visual. Ha ingresado al cuento La Cama.

LA CAMA Por: Álvaro Posse

Había sufrido muchísimo, pero ahora ya podía descansar cómoda y confortablemente en un lugar muy especial, al que ciertamente amaba: su cama.

(PAUSA: Como esta es una grabación visual, escoja el final de su agrado. Puede esoger solamente uno, aunque no tengo cómo controlar que usted se rebele y haga lo contrario, pero confío en usted. Gracias) 

(Escoja: 

Prostituta, Vea 1.

Muerto a causa de Cáncer, Vea 2.

Obrero explotado, Vea 3.

Profesor de Colegio Privado, Vea 4.

Con cama y Monja, Vea 5.

Para volver al inicio de este blog, Vea 6.

Para salir de este Cuento y Estar Bien, Vea 7.

Ahora sí, si ha soportado esta rareza, lea el final:)

Veo:

Veo 1Y mucho la amaba, porque en las demás camas trabajaba con la esperanza de no trabajar más. Su labor la realizaba a disgusto, vendiéndose sólo por la necesidad que produce el instinto de sobrevivir.

Veo 2Y mucho la amaba, porque tenía la seguridad de que algún día moriría en ella, y eso, para él, era un gran alivio. Durante años, un cáncer asesino se había dedicado a contaminar cada una de sus células: pero ahora, ese destructor enemigo había logrado su propósito. Joaquín es historia… pero su cáncer también. Muchos enemigos no comprenden, que por vencer con el mal, deben pagar su vida misma: ¡Qué absurdo es el mal!

Veo 3Y mucho la amaba, aunque su colchón no fuera muy cómodo, porque lo recibía después de cada una de sus jornadas de agobiantes, explotadas y tristes jornadas, donde unos cuantos se alimentan de muchos, como un cáncer se alimenta de su inocente víctima.

Veo 4Y mucho la amaba, porque durante el día tenía que trabajar como aquellas que en muchas camas trabajaba con la esperanza de no trabajar más. Su labor la realizaba a disgusto, vendiéndose sólo por la necesidad que produce el instinto de sobrevivir.

Veo 5: Y mucho la amaba... Ahora es mía y ella también. Sus hábitos eran la excusa para ocultar el placer que por fin es nuestro. En silencio y en secreto...

Veo 6: Me importa poco la cama, me voy a CuentOpino, pulso AQUÍ

Veo 7: Mejor me aseguro y me voy para Estar Bien y pulso AQUÍ

Adenda: Seguramente te ha parecido que este es el cuento más absurdo del mundo. Agradezco que hayas perdido tu tiempo. Hasta pronto.


Álvaro Posse


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Imagen de Clker-Free-Vector-Images en Pixabay

viernes, 10 de octubre de 2003

Mundano saber

 

Imagen de Dmitry Abramov en Pixabay 

Veo, Miro y Observo lo que veo y miro cuando observo los testigos y las cosas de lo que sí es. También Miro, Observo y Veo lo que miro y observo cuando veo los testigos y las cosas de lo que sí es. Además Observo, veo y miro lo que observo y veo cuando miro los testigos y las cosas de lo que sí es.

Y he visto tantas cosas que he mirado con tan solo observarlas, y he mirado tantas cosas que he observado con tan solo verlas, y he observado tantas cosas que he visto con tan solo mirarlas, que cuando veo, miro, observo y vuelvo a ver lo que he mirado cuando miro, observo, veo y vuelvo a mirar lo que he observado cuando observo, veo, miro y vuelvo a observar lo que he visto, hay claridad.

Pero los hijos de la sospecha aprovechándose de los errores de la dimensión terrena, con su prestada autoridad, conjuran: -Tu verás tantas cosas que te diremos “hemos mirado con tan solo observarlas”, y mirarás tantas cosas que te diremos “hemos observado con tan solo verlas”, y observarás tantas cosas que te diremos “hemos visto con tan solo mirarlas”, que cuando veas, mires, observes y vuelvas a ver lo que supuestamente hayas mirado; que cuando mires, observes, veas y vuelvas a mirar lo que supuestamente  hayas observado; cuando observes, veas, mires y vuelvas a observar lo que supuestamente hayas visto, habrá oscuridad con certidumbre empantanada de pseudoclaridad.

-      ¿Por qué has dudado? –pregunta Salomón a la humanidad.

-      Me han caído las sucias esquirlas del mundano saber –respondió el hombre moderno.

-      ¡Límpiate ya!


Álvaro Posse

miércoles, 8 de octubre de 2003

Estupor


Imagen de Ricarda Mölck en Pixabay 

Érase una vez un estudiante que soñaba ser profesor para soñar ser rector. Érase, la misma vez, un profesor que soñaba ser rector para no soñar ser estudiante. Érase también, un rector que soñaba ser estudiante para no soñar ser profesor. Y soñando ser estudiante para no soñar ser profesor, soñaba el rector. Y soñando ser rector para no soñar ser estudiante, soñaba el profesor. Y soñando ser profesor para soñar ser rector, soñaba el estudiante.

-      ¿Eso pasa? –preguntó el niño. No lo sé.

-      No lo sé -respondió el profesor. Sí.

-      Sí –respondió el rector. ¿Eso pasa?

martes, 7 de octubre de 2003

La cucaracha

 

Imagen de Giampiero Ruggieri en Pixabay

Érase una vez un niño, que en su sabio entender y sospechoso creer, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir dolores de muerte, que un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño filósofo.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas filosofales, que el mundo verdadero era asequible a él: un sabio, piadoso y virtuoso. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño filósofo, religioso y medieval.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas filosofales, religiosas y medievales que el mundo verdadero era inasequible por ahora pero prometido a él, por ser un sabio, piadoso y virtuoso pecador penitente. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño escéptico y königsburguense.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas escépticas y königsburguenses que el mundo verdadero era inasequible, indemostrable e imprometible, aunque por haberse pensado era para él un consuelo, una obligación y un imperativo. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño positivista bostezando la razón por primera vez.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas positivistas de bostezar la razón por primera vez, dudaba si el mundo verdadero era inasequible, aunque ciertamente inalcanzado y desconocido, por tanto, y para él, ni consolador, ni redentor, ni obligante. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño que se creía ruidosamente endiablado por los espíritus libres.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas ruidosamente endiabladas por los espíritus libres, que el mundo verdadero era una idea que ya no servía para nada, desobligante, inútil, superflua, refutada y digna de eliminar. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en un pequeño niño del mediodía de la estupidez de la sabiduría humana.

Y se vio tan claramente como él, que creyó serlo. Y al ser, y por tanto entender, soñaba y soñaba y soñaba. Y mientras soñaba, imaginaba soñando, no sin sufrir las penas del mediodía de la estupidez de la sabiduría humana, que el mundo verdadero, al ser eliminado hace una pregunta: ¿qué mundo ha quedado? ¿El aparente?... ¡No! Porque al eliminar el mundo verdadero se elimina también el aparente. Estando convencido de esto, un buen día, al levantarse y mirarse al espejo del baño, se había transformado en una cucaracha.


Álvaro Posse

domingo, 5 de octubre de 2003

Los números

 


Imagen de Gerd Altmann en Pixabay 

En épocas remotas, cuando los hombres de barba no habían llegado por el Oriente todavía, con sus fórmulas y razonamientos extraños, el hombre precolombino aprendía de la naturaleza lo que ella misma le quería enseñar.

Un día, esa misma naturaleza decidió enseñarle los números a Caby, un niño indígena que en realidad se llamaba Cabracán, y que el destino había elegido como el futuro cacique de su tribu.

Y así, estando Caby sólo en el bosque, la Pachamama, la madre naturaleza, tomó la forma de persona, la forma de Bochica, un anciano de largos cabellos blancos, que aparecía siempre para enseñar.

Bochica, que no causaba miedo al ser visto, se le apareció a Caby, y le dijo: Caby, el bosque ha cambiado su forma para que no puedas valerte por tu orientación al querer salir, y tengas qué depender de los animales para regresar. Pero ellos, a medida que vayan orientándote, te enseñarán algo muy importante: Los Números. Con ellos podrás contar y medir, y contando y midiendo aprenderás todos los secretos de la vida. Busca primero el Venado, él te enseñará.

Bochica desapareció y Caby quedó sólo, confundido y perdido porque desde ese momento, y como se le había advertido, el bosque ya no era el bosque… parecía otro bosque.

Pero Caby era un niño muy obediente y comenzó a buscar el Venado, al que no tardó mucho en encontrar.

Yo soy el Venado, estaba sólo hasta que me encontraste. Desde ahora y hasta que salgas del bosque, te acompañaré. Debes aprender que ya tienes un amigo. Ahora vamos por la Garza –dijo el Venado.

El Venado caminaba y Caby lo seguía porque había entendido que era su amigo número 1. No tardaron en encontrar a la Garza.

Yo soy la Garza y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes dos amigos. Ahora vamos por el Mico –dijo la Garza.

La Garza volaba mientras el Venado y Caby la seguían. La Garza era su amigo número 2. No tardaron en encontrar al Mico.

Yo soy el Mico y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes tres amigos. Ahora vamos por la Salamandra –dijo el Mico.

El Mico caminaba mientras el Venado, la Garza y Caby lo seguían. El Mico era su amigo número 3. No tardaron en encontrar la Salamandra.

Yo soy la Salamandra y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes cuatro amigos. Ahora vamos por el Armadillo –dijo la Salamandra.

La Salamandra caminaba mientras el Venado, la Garza, el Mico y Caby la seguían. La Salamandra era su amigo número 4. No tardaron en encontrar el Armadillo.

Yo soy el Armadillo y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes cinco amigos. Ahora vamos por la Culebra –dijo el Armadillo.

El Armadillo caminaba mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra y Caby lo seguían. El Armadillo era su amigo número 5. No tardaron en encontrar la Culebra.

Yo soy la Culebra y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes seis amigos. Ahora vamos por el Pez –dijo la Culebra.

La Culebra reptaba mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra, el Armadillo y Caby lo seguían. La Culebra era su amigo número 6. No tardaron en encontrar el Pez en el río.

Yo soy el Pez y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes siete amigos. Ahora vamos por el Cocodrilo –dijo el Pez.

El Pez nadaba por el río mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra, el Armadillo, la Culebra y Caby lo seguían por la orilla. El Pez era su amigo número 7. No tardaron en encontrar el Cocodrilo.

Yo soy el Cocodrilo y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes ocho amigos. Ahora vamos por el Loro –dijo el Cocodrilo.

El Cocodrilo nadaba por el río mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra, el Armadillo, la Culebra, el Pez y Caby lo seguían. El Cocodrilo era su amigo número 8. No tardaron en encontrar el Loro.

Yo soy el Loro y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes nueve amigos. Ahora vamos por el Sapo –dijo el Loro.

El Loro volaba mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra, el Armadillo, la Culebra, el Pez, el Cocodrilo y Caby lo seguían. El Loro era su amigo número 9. No tardaron en encontrar el Sapo.

Yo soy el Sapo y estaba esperándolos. Desde ahora y hasta que Caby salga del bosque los acompañaré. Caby: debes aprender que ya tienes diez amigos. Ahora vamos a la puerta del Bosque –dijo el Sapo.

El Sapo saltaba mientras el Venado, la Garza, el Mico, la Salamandra, el Armadillo, la Culebra, el Pez, el Cocodrilo, el Loro y Caby lo seguían. El Sapo era su amigo número 10. No tardaron en encontrar la puerta del Bosque.

Estando en la Puerta del Bosque, el Venado se despidió de Caby, y Un (1) Venado se marchó.

Luego, otra Garza fue por la Garza amiga de Caby; se despidieron de él. Dos (2) Garzas se marcharon. 

Varios Micos fueron por el Mico amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total tres (3) Micos los que se marcharon. 

Varias Salamandras fueron por la Salamandra amiga de Caby; se despidieron de él. Eran en total cuatro (4) Salamandras las que se marcharon. 

Varios Armadillos fueron por el Armadillo amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total cinco (5) Armadillos los que se marcharon.

Varias Culebras fueron por la Culebra amiga de Caby; se despidieron de él. Eran en total seis (6) Culebras las que se marcharon.

Varios Peces fueron por el Pez amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total siete (7) Peces los que se marcharon.

Varios Cocodrilos fueron por el Cocodrilo amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total ocho (8) Cocodrilos los que se marcharon.

Varios Loros fueron por el Loro amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total nueve (9) Loros los que se marcharon.

Finalmente, varios Sapos fueron por el Sapo amigo de Caby; se despidieron de él. Eran en total diez (10) Sapos los que se marcharon.

Y Caby, estando sólo y en la Puerta del Bosque, pudo regresar a su tribu. Pasaron los años y creció hasta convertirse en el Cacique Cabracán. Él fue quien le enseñó los números a su tribu y a todas las tribus precolombinas, contándoles esta historia.


Álvaro Posse

sábado, 4 de octubre de 2003

Pensamiento impotente

 


Imagen de brands amon en Pixabay 

Suben por mi cuerpo: desde la parte más baja, uno, otro y otro y otros más y más. Los siento trepar, y yo, como inválido, solo puedo esperar el triste final.

Son un ejército de asesinos y hambrientos seres, sedientos por su instinto de vivir. Me han detectado, me han abordado y yo, como impotente, puedo escuchar sus miles de pisadas y las imperceptibles vibraciones de sus deseos, reprimidos durante la mayor parte de sus vidas.

Siguen ascendiendo. Cada milésima de segundo que pasa se convierte en una eternidad: la vida y la naturaleza han determinado mi destino: ser invadido y yo, como inválido, no poder hacer nada, nada, nada, nada… absolutamente nada.

Estoy solo, solo, muy solo… tanto, que al sentirlos a todos llegando a su destino, no me queda otra alternativa distinta a la de resignarme definitivamente. No tengo nada qué hacer; estoy solo en medio del monte, sin un salvador, sin un redentor, sin un ayudador, sin un consolador… sin un diligente campesino de esos, que hasta antes de la quiebra del campo, me aplicaban los fungicidas para evitar ser devorado por las plagas.


Álvaro Posse