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10 de diciembre de
2020, día primero. La señora Sancena planeaba la celebración de los 15 años de su
hija. Pocas niñas a esta edad sienten una pasión por la Filosofía, las artes y
la música. La primera, especialmente, una materia que la llena a plenitud y la
hace hablar como si fuera una dedicada estudiante universitaria que cursa los
primeros semestres de su carrera profesional y no como una joven corriente de
grado octavo de la básica secundaria. Así que ese cumpleaños requería algo
especial: una torta temática donde la Filosofía se destacara en su decorado,
grabando en ella los rostros de personajes de la talla de Sócrates, Platón y
Aristóteles, utilizados por primera vez en el desconocido rol de celebridades
de la farándula.
La amable vendedora
de la pequeña y acogedora fábrica de tortas temáticas, un tanto afectada por lo
que ella misma catalogaba como “una gripita”, tenía dificultades para
hablar portando su tapabocas: uno de esos elementos de bioseguridad que exigen
su uso permanente en una pandemia como la del “nuevo coronavirus” que comenzó
su temporada alta en el año 2020, después de permanecer oculto, por quién sabe
cuánto tiempo, entre murciélagos y laboratorios mandarines. Así que, para tomar
aire y hacerse entender en torno a las explicaciones sobre la torta temática,
decide despojarse parcialmente de la mascarilla, a pesar de las muchas
advertencias del peligro de liberar del cautiverio a cientos de miles de
virulentas partículas.
Al regresar a casa todo
era normal y el asunto de la torta filosofal pasó a un segundo plano, todo
porque el foco se centró en prepararse para asistir, el día siguiente, al gran
evento de la nobleza de la calle virreinal.
11 de diciembre de
2020, el día segundo: el hermano de la señora Sancena recibió a los invitados
del gran evento conocido también como la “Reunión de conciudadanos”, la versión
número 24 en apenas 6 años de ejercicio como anfitrión de un círculo íntimo de
gran capacidad de generación de comentarios en las redes sociales, con
aspiraciones inconscientes y provinciales de evocación del mundo Hola. A
esa cita asistieron, además del organizador de 64 años, su mejor amigo -el
médico- y su mejor amiga: el monstruo, como la señala despectivamente
por gorda. Ambos, médico y monstruo, de 63 años; Sancena, que no podía faltar,
de 52 años, su suegra, Adita, de 77, su hija de casi 15 y su esposo, “el rector”,
de 54. Una reunión donde casi todos los asistentes eran catalogados como
“población en riesgo” a causa del Covid19 pero que se realizó como cualquiera que
se hubiese celebrado antes de la pandemia, sin distanciamiento social, sin
tapabocas, sin recomendaciones de los entes de salud y de los medios de
comunicación.
La “Reunión de
conciudadanos” -financiada gracias a la venta de unos Ferragamo de
segunda, bajo la sospecha de no ser originales- se desarrolló alrededor de una
espléndida cena, todos sentados a la misma mesa. De golpe, la señora Sancena
dejó caer accidentalmente sobre su plato, la enorme cuchara de plata con la que
se proponía servir parte del estupendo menú: un accidente atribuido al
cansancio, según dijo el médico, emitiendo su diagnóstico bajo los efectos de
varias botellas de vino.
Al día siguiente la
señora Sancena conservaba su cansancio y, además se le notaba un tanto, apenas
un tanto, agripada. El cansancio, como diagnóstico, se explicaba por los ejercicios
realizados en el gimnasio: La señora Sancena tuvo una semana en la que “le dio
muy duro al ejercicio” y ahora, argumentaba, era el ejercicio el que le estaba
dando duro a Ella. Esta suposición llevó a la determinación de pensar en
reducir provisionalmente la carga de ejercicios que realizaba, al fin y al
cabo, ya estaban en vacaciones y el tiempo se debía aprovechar para otras
cosas. ¿Y la gripa? Bien, gracias. Apenas una gripita, de esas que dan de vez
en cuando, pequeñitas, inofensivas y a ratos inadvertidas: “Nada de qué
preocuparse”, decía. Y “jajajaja” -eso es Covid- la molestaban
como se molesta a las personas cuando las intenciones son exagerar. Así terminó
el tercer día: el 12 de diciembre de 2020.
El cuarto día, 13 de diciembre
de 2020, decidieron, la señora Sancena, su hija y su esposo, como todos los
domingos, salir a almorzar. El sancocho del Restaurante Don Aponte fue
el elegido. Allí estuvieron, allí almorzaron, solo que esta vez la señora
Sancena volvió a dejar caer accidentalmente una cuchara, ahora de tamaño
sopero-común sobre su plato. Ella apenas pudo con el caldito, lo demás
lo dejó…
Esta vez está desganada y, con la
extraña necesidad de regresar a casa a descansar, ¿de qué? Pues del año
acumulado de trabajo. Así de disculpa en disculpa se iban excusando todos los
síntomas que estaban ante sus ojos y seguramente detrás de ellos, 24 horas
después de haber compartido con su hermano, el médico, el monstruo, su suegra, su
esposo y su hija.
El fin de semana
acabó y con el quinto día, el lunes 14 de diciembre de 2020, llegaron también
los afanes: La señora Sancena que debía cumplir una cita de salud con el médico,
terminó alertada por él, de requerir de inmediato hacerse la prueba del
Covid19, tras la confesión de la presencia de esa gripita que
misteriosamente había aparecido y del cansancio que no desaparecía a pesar de
las horas de reposo dedicadas a desvanecerlo sin éxito.
El diagnóstico fue
contundente: Covid19, adquirido presuntamente por el contacto directo con la
amable vendedora de la pequeña y acogedora fábrica de tortas temáticas que se
despojó de su tapabocas para explicar la forma como Sócrates, Platón y
Aristóteles, serían utilizados por primera vez como celebridades de la
farándula. (…)
Ahora bien, si quieres, el cuento termina aquí.
Si no quieres, no termina aquí. Entonces sigue con el monstruo, desde el título "Celebrando la Vida", justo antes de morir por miedo a que B. Gates le implantara un "chip". Ingresa AQUÍ
Álvaro Posse