El Renacuajo en desierto, ¿accidentalmente? No lo sabemos, pero pasó…
Viéndose envuelto en una tormenta de arena, sus ojos con aspiración de sapo, producían pequeñas lágrimas de tristeza y soledad. Su cola, extenuada por el inclemente sol abrasador, buscaba desesperadamente escapar, en un medio ajeno a su ser.
Muy pronto halló una esperanza: ¡oh! ¡Un oasis, me he salvado! –dijo. Pero no, era solamente una equivocación, solo un engañoso espejismo… un espejismo, un espejismo, espejismo, espejismo, espejo, espejo, espejo. Aquel espejo, también olvidado, era buscado de forma desesperada por Karina, quien huía a toda velocidad de un feroz, criminal y hambriento lagartijo… lagartijo, lagartijo, lagartijo, lagartijo, lagarto, lagarto, lagarto.
Pero el espejo, mirado con desesperanza por aquel renacuajo, era en realidad la puerta de salida al mundo verdadero: al mundo al cual pertenecían.
Karina, bajo el peso de su agotada carrera por salvarse, sin darse cuenta, destruye con sus agitados pies el espejo. El espejo, al romperse desintegra en mil pedazos al lagarto. El lagarto, asesinado por las esquirlas, se volvió un aparente e inofensivo cadáver. Del cadáver, por los agujeros provocados por las esquirlas, brotaron chispas escarlatas enloquecidas. Las chispas escarlatas enloquecidas lograron ser deglutidas por el agónico renacuajo. El agónico renacuajo revivió, y reviviendo, se convirtió en el feroz Renacuajo Vampiro.
El Renacuajo Vampiro irrumpió, ya caída la noche, contra la indefensa Karina, que se creía librada de toda persecución. Tenía un nuevo enemigo, ¿por qué? ¿Sería Karina la responsable de que un día cualquiera resultara un renacuajo abandonado en el desierto?
Al amanecer, los rayos del sol destruyen al renacuajo vampiro, mientras el cuerpo, también sin vida, de Karina, yace a causa de la deshidratación y del infarto al miocardio que le provocó ver el Renacuajo Vampiro.