viernes, 7 de marzo de 2003

El cocodrilo


VERSIÓN CUENTO

Pañoleta rosada, ojos tristes. Rostro preocupado: ayuda, misericordia y compasión de Dios. Esto pedía doña Julia un Jueves Santo. Por eso visitó la iglesia evangélica: tantas veces le habían insistido, pero nunca había aceptado… su tradición católica podía más, era mayor, muy superior, mucho más fuerte. Pero esa fuerza se terminó por derrumbar: tantas idas a misa no sirvieron para nada, incluso sus problemas aumentaban cada que entraba a su iglesia. Esta era la alternativa que a su juicio no podía fallar; tanto le habían insistido… por algo sería.

Frente al altar, aterrorizada, un pastor comenzó a echar demonios: en su clamor el volumen de la voz aumentaba, aumentaba y aumentaba. A su alrededor todos oraban vehementemente, y como puestos de acuerdo, cada uno decía cosas distintas… era una tremenda algarabía… de pronto el ministro calló, los fieles y los infieles callaron, todos enmudecieron y yo también. Pasaron un par de segundos: un par de largos, extensos e interminables segundos. El pastor, un hombre chocoano, advirtió: -allá, junto a la señora de pañoleta rosada, estoy viendo un demonio de cola larga, verde, en forma de cocodrilo…

Doña Julia salió despavorida: su pañoleta rosada se quedó conmigo como testigo de lo ocurrido… el culto terminó, la gente se marchó a sus casas, el pastor a su Chocó. Y cerraron las puertas, para cerrar el recinto, contar los diezmos y continuar la vida…

Álvaro Posse

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Notas:

- El relato anterior es un cuento. Los cuentos hacen parte de la ficción, la imaginación y la fantasía. Cualquier semejanza que pudiere haber con la realidad, corresponderá a una coincidencia.

- Imagen de GraphicMama-team en Pixabay 

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VERSIÓN ARTÍCULO

Años atrás, en los primeros del siglo XXI, cuando el protestantismo parecía cobrar fuerzas, se llevó a cabo una celebración religiosa muy particular, en pleno Jueves Santo, en uno de esos lugares donde la Presencia de Dios se considera como una franquicia exclusiva. Mientras las iglesias católicas en Cartago celebraban la última cena y las iglesias evangélicas realizaban sus propios cultos, en el lugar de este cuento de hadas, un predicador invitado, alto, corpulento y moreno, hizo su aparición en el escenario. Brincaba y corría de un lado a otro, como esos niños hiperactivos a los que las mamás olvidan darles las dosis diarias de Ritalina.

Recuerdo que gritaba en actitud esquizofrénica, identificándose con su nombre, apellido, número de cédula, fecha y lugar de nacimiento, cargo eclesiástico y años de ordenación, mientras con un spray lleno de aceite, para purificar el lugar y librarlo de las malas influencias, rociaba todo lo que se le ocurría, desafiando al señor de las tinieblas: ¡Qué poder! ¡Qué autoridad! –exclamaban los propietarios de la congregación y sus más inmediatos y fascinados seguidores.

Ninguno de los presentes, absolutamente ninguno, se atrevía a moverse de sus sillas, unos pocos maravillados por el espectáculo, quienes sin cesar y en excitación mística gritaban ¡Aleluya, Gloria a Dios! Y otros, la mayoría, presas del pánico, en angustioso silencio de pre-infarto, derramaban gota a gota sus líquidos excrementicios amarillos: entre ellos, no pocos asistían por primera vez y seguramente ninguno lo hizo de nuevo, sobretodo porque nuestro protagonista de novela citado se atrevió a revelar una de sus visiones, diciendo: “En este instante, allá en la mitad de la iglesia, por donde está la señora de pañoleta morada, estoy viendo salir a un demonio en forma de cocodrilo…”

Imposible describir, ahora sí, el terror, horror y miedo extremo, cuando la señora de pañoleta morada, como si se sintiera perseguida por el coyote de las tiras cómicas, huyó espantada del lugar, a velocidades descomunales tipo correcaminos, dejando atrás suyo, y como testigo de su angustiosa evacuación, una estela grisácea de decepción…

Y, en realidad, ¿quién no se decepcionaría, cuando por buscar a Dios se llegara a encontrar con un imaginario pero amenazador cocodrilo? ¡Cualquiera! Pero bueno, ¿qué significado simbólico tiene el cocodrilo? Pues, resulta que para occidente, por ejemplo, es un símbolo de duplicidad e hipocresía, muy apropiado para los organizadores de este tipo de espectáculos macabros disfrazados de cristianismo, quienes a imagen y semejanza de este reptil, son temibles, además, por la voracidad del trato que les dan a quienes no consideran sus hermanos.

En fin, de todas formas, la libertad de cultos, termina por ser legalmente adorable.


Nota:

- El relato anterior no es un cuento. Los cuentos hacen parte de la ficción, los artículos no. Quien se sienta aludio oculpable por lo que se dice aquí, puede pedirle perdón a Dios. La señora, quién sabe si ya lo perdonó. Yo sí porque esto hace parte de la historia de un paraíso mágico llamado cartago.