jueves, 4 de marzo de 2004

Todo por un champú

 

Algunas Instituciones Educativas realizan certámenes relacionados con el área de Ciencias Naturales, a modo de ferias científicas, en un esfuerzo por mostrar avances en la aplicación de los conocimientos. Hace un par de años tuve la oportunidad de visitar una de ellas. Me acerqué a uno de los puestos de exhibición, intrigado por el fuerte olor a tiza mojada que se desprendía de un producto de color verde claro, de consistencia pantanosa. Entusiasmado el estudiante encargado, comenzó a explicarme de qué se trataba tal producto: “Este es un champú, perfectamente realizado, con las técnicas tales y pascuales, que saca toda la mugre… se lo garantizo” –advertía rebosante de felicidad.

Sin embargo, dos de las palabras que empleó para describir ese producto de color verde claro, de consistencia pantanosa y con fuerte olor a tiza mojada, me preocuparon: “¿Champú?” –pensé. “¿No es aquella palabra que viene de shampoo en inglés y del hindi chāmpnā, y que según la RAE es una Loción para el cabello? ¿Cómo una loción puede oler a tiza mojada? Y, ¿Mugre?” -volví a pensar, mientras el estudiante me miraba expectante. “Según la Real Academia, es una suciedad grasienta. Pero, ¿cómo puede un producto de color verde claro, de consistencia pantanosa, acabar con la suciedad grasienta?”

Pero, a pesar de mis pensamientos, la exposición del dueño del producto era tan decididamente segura, tan emocionada y tan feliz, que me vi obligado a creer que podría, de alguna manera ser cierto lo que expresaba, sobretodo porque hoy en día los champús no solamente son para el cabello; existen, como todos saben, champús para alfombras, para carros, para perros, etc. Así que llegué a creer que se trataba de una de estas variantes, ya que mi mirada no podía apartarse del producto de color verde claro, de consistencia pantanosa que olía fuertemente a tiza mojada. Así que me decidí a preguntarle: “¿Este champú es para el cabello?

Un poco decepcionado me respondió: “Pues claro Profe, yo mismo lo probé… ¡toque, toque! Admire la suavidad de mi cabello; esta mañana bañándome me lo eché.” Me dio un poco de pena cuando me atreví a tomar un mechón de su cabello, para cerciorarme de la veracidad de lo que decía. Pero me dio más pena todavía, cuando el mechón en cuestión se quedó en mis manos… “Esteee, creo que se te está cayendo el pelo.” –le dije.

¿Y ahora qué hago? –me preguntó seriamente preocupado, sobretodo porque su profesor de ciencias naturales estaba por llegar. No tuve otro remedio que recomendarle: “Olvídate del champú. Dile a todos los que te visiten, que este producto es verde claro, de consistencia pantanosa y que huele fuertemente a tiza mojada, porque es lo último en quitamanchas y arrancapegotes, y que es tan poderoso, que si le llega a caer a alguien en el pelo, se lo arranca. Diles que tú mismo lo comprobaste esta mañana, para garantizar su calidad y señálales la parte calva de tu cabeza que quedó como ejemplo. Además, no olvides repetir la frase de cajón: Manténgase fuera del alcance de los niños… es mejor no tener más problemas”.


Álvaro Posse