Imagen de Peter Fischer en Pixabay
Comenzamos
hoy, tratando de imaginar, tan sólo de imaginar, a cualquiera de los jóvenes de
nuestros días actuales, seguidores del Reggaeton, yendo –por ejemplo- donde Ramoncito (el serenatero usuario de los tintes azabaches
de Silueta), para interpretarle una serenata a su pretendida, y expresarle con
un bolero: “Cosas como tú, son para
quererlas; cosas como tú, son para adorarlas; porque tú y las cosas que se le
parecen son para guardarlas en mitad del alma”. Muy lindo, seguramente,
pero la muchacha, proyecto de novia del joven de nuestros días actuales, sin
temor a equivocarme, escucharía la serenata riendo de furia burlesca, llamando
a sus amigas por celular para narrarles en vivo y en directo el oso peludo y
ridículo de su pretendiente, al que calificaría de pendejo, cobarde y
pusilánime, todo porque, sencillamente, no es atrevido, o sea, de
E
imaginemos, tan sólo imaginemos, lo que hubiese podido suceder en caso
contrario, en los años cincuenta, si a Ramón
(no el serenatero sino mi tío) se le hubiera ocurrido llevarle una serenata de Reggaeton a su
novia Luz Stella, que dijera, por ejemplo: “Hace mucho tiempo que te quiero ver, busco la manera de tu cuerpo
tener; ni tu padre ni tu madre te quieren conmigo, pues hagamos el amor por el
teléfono”. Muy actual, si lo miramos con los ojos del presente, pero la
muchacha, que es hoy mi tía (y que no hubiera sido mi tía) sin temor a
equivocarme, no habría podido escuchar toda la serenata, porque Don Alfredo, su padre, hubiera
intervenido expulsando a Ramón del
andén de su casa, por trasgresor y libertino, acusándolo de patán ante Don Arturo, su papá; de inmoral y
pecador ante el padre Escobar, cura
párroco de San Francisco, quien lo
hubiera puesto de mal ejemplo en el púlpito al domingo siguiente (como efectivamente
lo hizo alguna vez, pero por otras razones), en medio del llanto desconsolado
de la joven y deshonrada Luz Stella,
que consolada por su madre, Doña Emma,
hubiera tenido que guardarse de salir a la calle, por lo menos durante dos
años, y todo porque, sencillamente, la serenata no era acorde con
Visto
así, es fácil comprender el porqué no existe punto de encuentro entre los
amantes del Reggaeton y los del Bolero, porque pertenecen a dos visiones
de mundo completamente opuestas. Para los primeros, la banalidad, la lujuria y
el materialismo son los valores que priman, mientras que para los segundos, el
Romanticismo del siglo XIX estaba aún vigente… La historia dirá, seguramente,
que ambos, de una u otra manera, andaban en las nubes; nubes diferentes, pero
nubes al fin y al cabo… Por eso, es mejor ser de mi generación, popularizada
por
Por
lo pronto, en esta navidad, me dedicaré a reflexionar piadosamente, imaginando,
tan sólo imaginando, para poder entender, dos cuestiones: Cómo un bolero,
símbolo perfecto del Romanticismo, es capaz de tratar de “cosas” a las mujeres…
Y, del Reggaeton, ¿Cómo es eso de hacer el amor por el teléfono? Espero las
explicaciones del caso, para salir de la ignorancia… Mil gracias por anticipado
y ¡Feliz Navidad!
Álvaro Posse