miércoles, 13 de diciembre de 2006

El Reggaeton y el Bolero

Imagen de Peter Fischer en Pixabay  

Comenzamos hoy, tratando de imaginar, tan sólo de imaginar, a cualquiera de los jóvenes de nuestros días actuales, seguidores del Reggaeton, yendo –por ejemplo- donde Ramoncito (el serenatero usuario de los tintes azabaches de Silueta), para interpretarle una serenata a su pretendida, y expresarle con un bolero: “Cosas como tú, son para quererlas; cosas como tú, son para adorarlas; porque tú y las cosas que se le parecen son para guardarlas en mitad del alma”. Muy lindo, seguramente, pero la muchacha, proyecto de novia del joven de nuestros días actuales, sin temor a equivocarme, escucharía la serenata riendo de furia burlesca, llamando a sus amigas por celular para narrarles en vivo y en directo el oso peludo y ridículo de su pretendiente, al que calificaría de pendejo, cobarde y pusilánime, todo porque, sencillamente, no es atrevido, o sea, de la Era del Reggaeton, en la cual a nadie se le guarda en mitad del alma, sino en otros lugares para pasarla como sabemos…

E imaginemos, tan sólo imaginemos, lo que hubiese podido suceder en caso contrario, en los años cincuenta, si a Ramón (no el serenatero sino mi tío) se le hubiera ocurrido llevarle una serenata de Reggaeton a su novia Luz Stella, que dijera, por ejemplo: “Hace mucho tiempo que te quiero ver, busco la manera de tu cuerpo tener; ni tu padre ni tu madre te quieren conmigo, pues hagamos el amor por el teléfono”. Muy actual, si lo miramos con los ojos del presente, pero la muchacha, que es hoy mi tía (y que no hubiera sido mi tía) sin temor a equivocarme, no habría podido escuchar toda la serenata, porque Don Alfredo, su padre, hubiera intervenido expulsando a Ramón del andén de su casa, por trasgresor y libertino, acusándolo de patán ante Don Arturo, su papá; de inmoral y pecador ante el padre Escobar, cura párroco de San Francisco, quien lo hubiera puesto de mal ejemplo en el púlpito al domingo siguiente (como efectivamente lo hizo alguna vez, pero por otras razones), en medio del llanto desconsolado de la joven y deshonrada Luz Stella, que consolada por su madre, Doña Emma, hubiera tenido que guardarse de salir a la calle, por lo menos durante dos años, y todo porque, sencillamente, la serenata no era acorde con la Era del Bolero, en la cual a todos se les guardaba en mitad del alma, y no en otros lugares, porque para esto último existían los servicios de Rosa “la peluda”.

Visto así, es fácil comprender el porqué no existe punto de encuentro entre los amantes del Reggaeton y los del Bolero, porque pertenecen a dos visiones de mundo completamente opuestas. Para los primeros, la banalidad, la lujuria y el materialismo son los valores que priman, mientras que para los segundos, el Romanticismo del siglo XIX estaba aún vigente… La historia dirá, seguramente, que ambos, de una u otra manera, andaban en las nubes; nubes diferentes, pero nubes al fin y al cabo… Por eso, es mejor ser de mi generación, popularizada por la Pelota de Letras como la Generación de la Guayaba, que escuchaba las baladas del cartagüeño Billy Pontoni, llevaba serenatas con boleros interpretados por Ramoncito (el serenatero, antes de los tintes) para cubrir las ocultas y verdaderas intenciones de reggaetonero…

Por lo pronto, en esta navidad, me dedicaré a reflexionar piadosamente, imaginando, tan sólo imaginando, para poder entender, dos cuestiones: Cómo un bolero, símbolo perfecto del Romanticismo, es capaz de tratar de “cosas” a las mujeres… Y, del Reggaeton, ¿Cómo es eso de hacer el amor por el teléfono? Espero las explicaciones del caso, para salir de la ignorancia… Mil gracias por anticipado y ¡Feliz Navidad!  


Álvaro Posse