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En
la cotidianidad convivimos con cosas bastante feas que, aunque evidentemente
son horribles, la costumbre nos ha obligado a aceptarlas, sin que exista
ninguna resistencia hacia ellas. Por ejemplo, y en primer lugar, nuestro bello Río La Vieja, que a pesar de ser uno de los principales
afluentes del Cauca, servir de límite
a los departamentos del Quindío, Valle y Risaralda, tener una longitud de 750 km. y una cuenca de 2.925 km. cuadrados, donde
desembocan 23 ríos, riachuelos y quebradas, en medio de un paisaje natural
extraordinario, se le denomina ¡La Vieja!
A tan hermoso e importante Río,
¿cómo pudo habérsele bautizado como “La Vieja”?
Seamos sinceros: queremos mucho nuestro río, pero su nombre no es el más
sonoro, la fealdad con la que se identifica es indiscutible y la percepción
estética del responsable de su bautismo es bastante cuestionable: dicen que se
llama así, en recuerdo de una mujer adulta mayor, cuyo
pecado era el de estar recogiendo oro
del río, en el momento preciso en que varios españoles pasaban por el lugar,
teniendo que soportar, según la tradición, un momento inimaginablemente
dramático, luchando en vano, hasta morir, tratando de defender sus pertenencias
y su vida… los conquistadores no eran muy persuasivos que digamos. A esa mártir
aborigen y a su río, la historia y la leyenda los señala como La Vieja.
En segundo lugar, según los relatos bíblicos la Virgen
María jamás se mostró como una mujer histérica, ni
siquiera en los momentos más difíciles de su vida, como por ejemplo en medio
del profundo dolor que sintió en la crucifixión de su hijo, observando, en
primera fila, un espectáculo sencillamente bestial. A pesar de su carácter,
nuestro hermoso Himno Nacional en una de sus estrofas anuncia que La Virgen sus cabellos arranca en agonía. No nos
digamos mentiras: esta es una porción lamentablemente fea de nuestro Himno.
Basado en los dos
ejemplos anteriores, me atrevo a creer, que la mujer que sí pudo haberse
arrancado los cabellos en agonía, mientras le robaban el oro y terminaban con
su vida, fue la vieja del Río La Vieja y no la Virgen. Con esto, queda
muy fácil proponer un desagravio, tanto para la vieja como para la Virgen: a la primera, para
que sea recordada a nivel nacional y, a la segunda, para eliminar el tinte de
histeria que Rafael Nuñez, autor de
la letra del Himno, le quiso imprimir. Muy fácil: basta con modificar un verso
en el Himno Nacional sustituyendo La Virgen sus cabellos arranca en agonía por La Vieja sus cabellos arranca en agonía.
Y aunque esto no
soluciona la fealdad del nombre del río ni del verso señalado del Himno Nacional,
serviría para que, cuando un niño llegue a escuchar La Vieja sus cabellos arranca en agonía y pregunte
el porqué, se le pueda explicar la historia de la vieja que recogía oro, que
fue asaltada, despojada y muerta. Pero que, además La Vieja
(como río) se sigue arrancando los cabellos, metafóricamente hablando, al ser
contaminada por los desechos de varias ciudades, entre otros varios atropellos
que los seres humanos, a pesar de vivir en pleno siglo XXI, siguen cometiendo…
Álvaro Posse